sábado, 18 de octubre de 2014

Canela.


Canela

Y sucedió un fin de semana en que volví a la tradición: caminar descalzo, respirar profundo y dejar de pensar tanto. Caminé lento, lejos de esas cautelas que me perseguían en anteriores meses; desprovisto de urgencias y anhelando su mirada.
Volví a creer en las palabras, el roce, la piel erizada y  en las cosas que no se dicen, que nos cuesta ordenar en nuestras cabezas pero que nuestros sentidos saben descifrar; el guion improvisado, la tarde cargada de sueños y esas —malditas—  ganas de querer quemarlo todo. Volví a creer en esas noches de silencio en donde el único ruido es del amor —que nos hizo— fugitivo, aquel que no pide perdón (¿Cuántas veces pedimos perdón por amar fugaz? ¿Cuántas?)

Desperté al ruido de las suaves gotas de lluvia que salpicaban del tejado a la tierra, que se deslizaban sobre las hojas y llenaban el ambiente de un frío acogedor(ese que nos arrullaba y nos ponían juntitos cada vez más). Un domingo, con los pies buscando ese calor debajo de las sabanas blancas, buscando sentir los suyos.

Pero eso no era amor. Era otra cosa. Y estuvo bien.


Ahora me preguntas“¿Cómo vas de amores?”“¿Qué te cuentas?”.Y yo te respondo, con la sinceridad de un niño, mi querida M:
Dejé de contar. Que así es mejor.
El amor no funciona para mí. Y está bien. Es la primera vez que me tranquiliza ésta verdad.

Yo quiero momentos de escalofrío, recuerdos sobre fogatas de verano, café endulzado con panela y pisos de caña. Risas, conversaciones surrealistas, nerviosismo puro. Nostalgias al final de la tarde, listados de canciones moñas y tu perfume de canela. Cabañas donde se funde el amor sin pretextos, sin apuros ni tonterías y medias.
Quiero viajes a lugares desconocidos, libros viejos y ríos de emoción. Jugar hasta perder la consciencia, el sentido y —por qué no— el alma. Darlo todo como si no hubiese mañana —porque no lo hay—. Sentir que vivo, que de esta no paso.

Y no puedo recordar quien dijo aquello de “porque para quererte no necesito tenerte, te quiero libre; conmigo o sin mí. Te ofrezco mis brazos para estar juntos, o te doy mis alas para dejarte volar. Tú decides.”


Ella decide, que yo, quiero otra cosa. Yo la quiero aquí.