domingo, 24 de agosto de 2014

Una época de limón y sal.

Esas canciones moñas que nos hacían la noche en La Garzota, La Primavera, Sauces y La Alborada, en una época en donde no estábamos tan pendientes de las redes sociales. La intensidad la dejábamos para la habitación y los –largos, fines de semana.

Ahí te daba follow en la cama, los like eran los besos y el TimeLine era nuestra propia historia. No nos gobernaban los memes, no estábamos pendientes de los selfies, de las poses para la foto en grupo y ese último estado de whatsapp para que todos supieran que teníamos una vida. No, no lo necesitábamos porque teníamos una. Y nadie, pero NADIE, estaba pendiente del puto celular.

Era una época en donde aun se hacían las cartas a mano, se quemaban CDs con temas seleccionados y se emborrachaba de alegría. La risa era sincera y el humo estaba permitido en lugares públicos y cerrados.

Una época en donde no necesitábamos moral; donde los años no te definían y las cuentas bancarias no te hacían mejor persona. Donde no nos importaba tu costosa educación, lo que te gastabas en tiendas de ropa; la arrogancia no estaba permitida y tus creencias católicas no entraban en la ecuación.
Ahí era donde tus errores nos importaban un carajo, porque sabíamos que estábamos al borde, al igual que todos, porque vimos la revolución presentarse con ganas de quedarse 7 años, y decidimos bailar una última canción.

Teníamos los bares (y las personas) sin pretensiones. Se llenaban los restaurantes a la salida del trabajo, bailábamos y pedíamos una ronda más. A los falsos y grises se los reconocían de lejos. Las conversaciones eran profundas y Montañita exclusiva.

Se cogía mejor. Se comía, bebía y fumaba mejor.

Eran tus ojos, tu sonrisa, esa actitud fingida de niña cuando pedias algo –una hora más, un beso más, y tu piel –mi trinchera de domingos por la tarde. Esas tardes en llama y esas noches frías, que pronosticaron, sin darme cuenta, esta mentira que es el 2014.


Era una época de limón y sal. Se te pedía que fueras tal y como estás y solo importaba tenerte cerca. Para eso de volver a empezar.